Tenemos el privilegio de haber sido escogidos antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4), llamados, justificados y glorificados (Romanos 8:30), sólo por Gracia y por la fe puesta únicamente en la obra de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo (Efesios 2:8-9).
Y creo que Dios nos ha puesto en un lugar específico, (determinado por El) en una época, en un país, en una ciudad, en una familia, en una congregación, en un barrio, en una oficina…. En medio de creyentes verdaderos y no creyentes, con un propósito primordial: Su Gloria, y con propósitos secundarios (no que no sean importantes), que seamos sal y luz en medio de las tinieblas (Mateo 5:13-16), pues no sabemos de nuestro entorno personal y particular, quiénes sean escogidos de Dios; como le sucedió a Pablo en la orilla de aquel río donde Dios abrió el corazón de Lidia para que creyera, (Hechos 16:13-15) o aquel carcelero a cuyo cuidado encargaron a Pablo y Silas… (Hechos 16:23-34). No sabemos quiénes son, pero estamos llamados a hacer como decía Francisco de Asís “predica el Evangelio en todo momento, y cuando sea necesario, utiliza las palabras”
Lo anterior en ningún momento pretende afirmar que todas las personas, que están alrededor de un creyente verdadero, serán elegidas por el Señor para ser salvas, porque no depende del creyente, ni de su testimonio, (aunque Dios lo use si le place), sino de Dios que tiene misericordia de quien El quiere. Quizá, el único testimonio de ese creyente para el mundo, sea precisamente la Soberanía de Dios (Romanos 9:13).
Quiero terminar con esta oración del Apóstol Pablo y dando gracias a Dios por su don inefable.
Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. (Efesios 1:15-23).
Bendiciones, Gracia y Paz