domingo, 9 de septiembre de 2018

LA HABILIDAD DE ESCONDERNOS

En Génesis 2, Adán y Eva estaban desnudos y no sentían vergüenza, porque no habían pecado. Pero en Génesis 3, pecaron, y ahora estaban avergonzados en su desnudez. Satanás sugirió a Eva que ella estaba perdida, que Dios guardaba las cosas que ella necesitaba, que Dios no puede ser confiable. Satanás mintió.

¿Qué trajo eso a Adán y Eva? Exactamente lo que nos trae el pecado: culpabilidad, vergüenza, temor, desconfianza, alienación de Dios, ruptura de relaciones, el fin de todo gozo y paz. En una palabra, el pecado trae muerte. El pecado puede verse bien, pero nos lastima. Recuerda: el pecado siempre te lastimará tarde o temprano; lastima a otros también. 

¿Cómo respondieron Adán y Eva a su vergüenza? Trataron de esconderse detrás de un delantal hecho con hojas de higuera. La confianza y transparencia se desvanecieron y tienen vanidad; levantaron barreras. Y siempre, desde Adán y Eva, hemos usado máscaras, que nos esconden, posamos, pretendemos, corremos de Dios, y culpamos a otros.

Nuestro único escape, es la gracia de Dios. Solamente Dios puede liberarnos. ¿Cómo puede hacerlo? Se requiere sangre, porque alguien debe morir por el pecado. Así que Dios tiró lejos las hojas de higuera y vistió a Adán y Eva con pieles de animales. Para tomar estas pieles de animales se requirió muerte. Este es el primer eco débil de un salvador, de un futuro día cuando Dios, por sí mismo da su sangre para ti y para mí. 

Lo primero que Adán y Eva hacen después que pecaron, es esconderse. Se sintieron culpables y avergonzados, indignos de estar con Dios. ¿Cómo respondió Dios? ¿Les dio la espalda? ¿Cruzó los brazos en muestra de disgusto? ¿Frunció el ceño?

Él hizo lo opuesto. Los siguió, los buscó, los persiguió. Ellos se escondían y Dios buscaba. Cuando Dios pegunta a Adán, «¿dónde estás?». No es una pregunta informativa. La omnisciencia no necesita información. Dios no necesita preguntar, pero Adán necesitaba que se le preguntara. Dios pide a Adán, que salgan de su escondite; lo hace muy amablemente. Dios galantea, invita y persigue, al tiempo que te ordena. 

¿Cómo nos escondemos? Con negocios, compras, mucho trabajo. Nos escondemos con televisión, el Facebook (irónicamente), viajes. Nos escondemos con humor, sarcasmo, vergüenza. Nos escondemos de mil maneras. 

¿Yo? Yo me escondo cuando tomo el control (o tratando de estar en control). Me escondo cuando leo, corro, cuando hago preguntas. Me escondo tan bien, que algunas veces resulta que me escondo de mí mismo. ¿Qué pasa contigo? ¿Cómo te escondes? Aquí están las buenas noticias: puedes parar de esconderte, es una estrategia humana fundamental para manejar el pecado. Sin embargo, la estrategia de Dios es mejor. Confiesa tu pecado y recibe la gracia abundante de Dios.


Bendiciones, Gracia y Paz



Fuente: Centro Network