De la Biblia se pueden extraer tantas enseñanzas, y cómo no si es la Palabra de Dios, que es viva y eficaz, así podemos leerla una y otra vez y otra vez, y siempre nos muestra algo distinto, algo nuevo sobre cosas que ya habíamos leído antes. Eso me ocurrió hoy con el libro de Job, el cual he leído, no sé cuántas veces, y había aprendido sobre la misericordia y grandeza de Dios, su poder, su soberanía, autoridad y control sobre todas las cosas, pero hoy amanecí pensando en el versículo 5 del capítulo 42 donde Job expresa “De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven”, y al reflexionar en otras ocasiones sobre este texto en particular, para mí estaba claro que Job, antes de todo lo que le ocurrió, no conocía realmente quién era Dios. No obstante, la diferencia en lo que Dios hizo que me enfocara durante mi reflexión de este día, radica en que apliqué esa frase a mi misma, a mi vida y debo decir como el apóstol Pablo en el capítulo 11 de la carta a los Romanos… “¡Qué grande es la riqueza, la sabiduría y el conocimiento de Dios! ¡Es realmente imposible para nosotros entender sus decisiones y sus caminos!”.
No sé si te ha ocurrido, que piensas que algo es de determinada manera y Dios no tarda en mostrarte que no era exactamente como pensabas, o que no es la única forma de verlo.
Pues bien, sin más preámbulos te comparto mi reflexión de hoy, esperando en Dios que sea tan gloriosamente edificante para ti, como lo ha sido para mi. Gloria a Dios por ello.
Si conoces la historia de Job, sabes que era un hombre recto ante los ojos de Dios, y sin embargo Dios lo prueba de varias formas; y de ninguna de ellas se puede decir que fuera fácil o sencilla, pues en un mismo día perdió, no sólo todos sus bienes que no eran pocos, sino también todos sus hijos y por si no fuera suficiente, se enfermó de lepra, la peor enfermedad de la época. Al ver todo ésto, pensé que en nuestras vidas tenemos aflicciones, sufrimientos, relaciones rotas, pérdidas materiales, pérdida de seres queridos; y si somos creyentes, estamos en Cristo, somos de sus ovejas, Dios prueba nuestro corazón, nos fortalece, nos ayuda a perseverar, nos va perfeccionando y formando en nosotros el carácter de Su Hijo Amado, hasta ese día glorioso en el cual nos presentemos ante El, podamos verlo cara a cara, tal cual es Él, y podamos por fin afirmar como Job : “De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven”.
Anhelas ese día en el que puedas verlo cara a cara? Espero que sí.
Bendiciones, Gracia y Paz