_Dios dijo así: El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies._ Isaías 66:1
La arrogancia del hombre parece no conocer límites. Se siente dueño de lo que ve, de lo que toca y de lo que desea.
En su desenfreno por poseer cada vez más y más cosas, el hombre apunta hacia otros mundos con la determinación de extender sus dominios más allá de donde Dios le puso y olvida así, para desgracia propia, que sobre él está, vigilante y sustentador, el Amo absoluto, Dueño, Creador y Señor de todo lo que existe.
¿Qué es entonces la tierra para Dios? y ¿cómo la ve Él?
Respondamos a la primera pregunta.
La tierra es el estrado de los pies del Dios Altísimo, que tiene su trono en el inamovible cielo. El esquizofrénico rey Nabucodonosor dijo que los habitantes de la tierra son considerados como nada, delante de él y sin embargo, este Dios poderosísimo mira hacia este pequeño planeta que es nuestro hogar, con misericordia.
Respondamos ahora la segunda pregunta: ¿cómo ve Dios este globo terráqueo donde le plació llevar a cabo su plan eterno? Ciertamente Él ve lo que nosotros nos negamos a ver, y lo ve en la más alta definición, si, porque Dios ve aquello en lo que nos hemos convertido al desconocerle, ve también nuestra innegable tragedia, y a diferencia de nosotros, él no ve esas fronteras de todo tipo con las que nosotros hemos impuesto límites y controles con los que se ha perpetuado el dominio que ejercen algunos sobre los demás, acarreando cada vez mayor desgracia a la humanidad. Dios ve también la tiranía con la que el hombre se cree invencible mientras somete a quienes prometió proteger. Ve también la angustia de los oprimidos y escucha el ruego de los desesperados, cuya esperanza está agonizando.
La pregunta que te debes estar haciendo en este momento es: ¿qué hay con esto? Bueno, si me esperas a mañana, vamos a continuar con el tema.
Bendiciones, Gracia y Paz
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