La historia de Navidad es ésta: ese bebé en el pesebre era el Hijo del Dios Altísimo. Él voluntariamente vino a este lugar donde existe inimaginable violencia y sufrimiento. La ira del Rey eventualmente caería sobre Él. Sufriría una muerte violenta en las manos de hombres perversos. Los seguidores llorarían porque el Mesías moriría, pero Él resucitaría y completaría el trabajo que vino a realizar.
Mientras nos sentamos al lado de un árbol hermosamente decorado y disfrutamos de deliciosa comida, no debemos permitirnos olvidar la violencia y el horror al principio y final de la historia de Navidad. Esta historia comienza con la terrible matanza de niños (Mateo 2:16) y termina con la muerte violenta del Hijo de Dios (Mateo 27:27-54). Mira tu árbol y recuerda otro árbol; uno no decorado con ornamentos brillantes, sino manchado con la sangre del Hijo de Dios. Mientras celebras, recuerda que el camino de tu celebración fue la muerte de Aquel a quien celebras; sé agradecido.
Dios permita que la luz de Jesús ilumine nuestros corazones y los de tantos que aún no lo conocen; y que Su gracia nos acompañe siempre.
Bendiciones, Gracia y Paz
Fuente: Extracto del devocional de Paul David Tripp.
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