¿De dónde viene la vida? ¿La vida física? ¿La vida espiritual? Viene de Dios, que al soplar Su vida en nuestros cuerpos, nos da vida. Si esto no ocurre estarían nuestros espíritus muertos, sin vida. Dios sopla Su vida en nosotros.
El mensaje a estos huesos es, “He aquí, haré entrar en vosotros espíritu [ruach, el espíritu de Dios, el aliento de Dios], y viviréis.” Es una imagen de resucitación de boca-a-boca, más o menos. Eso es lo que necesitamos en la iglesia hoy. Necesitamos el aliento de Dios. Necesitamos que Dios se ponga sobre nuestros cuerpos sin vida y sople Su vida en nosotros para poder vivir.
Y nada va a pasar si Dios no escucha o interviene. Nuestra parte no es el dar vida a las personas. Esa es la parte que le corresponde Dios. Pero Dios nos está llamando a ejercitar nuestra fe. Él te está llamando a ti a ejercitar tu fe – fe con relación a ese valle de huesos secos donde vives o dónde trabajas o de donde tu ministras, quizás dentro de tu propio hogar – a creer que por el poder de Dios estos huesos secos pueden vivir de nuevo.
Vemos en las palabras de Ezequiel para los huesos secos que no es el trabajo de Ezequiel. No es el trabajo de los huesos secos. Ciertamente ellos no pueden darse vida así mismos de nuevo. Es la obra de Dios. Es el aliento de Dios, el Espíritu de Dios. Dios dice, “Pondré tendones sobre ti, haré carne crecer sobre vosotros… y pondré espíritu en vosotros.”
De principio a fin, la regeneración y el avivamiento son trabajo de Dios. No podemos provocar un avivamiento. Lo que podemos hacer que suceda, como un maestro Bíblico de nuestra generación ha dicho: “Podemos levantar las velas de nuestros barcos para atrapar el viento del cielo cuando Dios elija soplar sobre Su pueblo una vez más.”
En el versículo 7 Ezequiel dice, “Profeticé, pues, como me fue mandado; y mientras yo profetizaba hubo un ruido, y luego un estremecimiento, y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí, había tendones sobre ellos, creció la carne y la piel los cubrió, pero” y aquí esta el problema “no había espíritu en ellos.” (Versículos 7-8). No había ruach. No había espíritu. ¡No había vida!
Estos huesos se habían juntado, pero todavía estaban muy muertos. No había aliento. No había vida.
No es suficiente el juntarnos y hacer ruido, hacer alboroto, como esos huesos que todavía están muertos. Esa es una imagen de reformación moral sin el trabajo vivificador del Espíritu de Dios.
Esta es una ilustración de donde se encuentran muchas de nuestras iglesias, nuestros hogares y nuestras propias vidas hoy. Hay una buena apariencia exterior, pero no hay verdadera vida. Hay poca evidencia de vida espiritual. No hay aliento. No hay poder de Dios. No hay marca del Espíritu sobrenatural de Dios latiendo por nuestros cuerpos y en nuestros hogares y en nuestras Iglesias.
La gente puede entrar hoy en una iglesia evangélica promedio y decir, “Hay muchas cosas pasando aquí; mucho ruido, muchos programas, mucha conmoción.” Pero, tal y como observaba un líder cristiano, lo triste es que si se retirara el Espíritu de Dios de una de estas iglesias, el 90% de lo que está ocurriendo seguiría sucediendo. No habría ninguna diferencia porque mucho de ello es nuestro esfuerzo, nuestra inventiva, nuestra creatividad, y no el ruach, o el Espíritu de Dios.
Hoy en día, la falta de vida en nuestras iglesias y en nuestras vidas no es por todas esas religiones falsas que hay allá afuera. Es por los huesos secos que hay dentro de las iglesias. Ese es el problema en nuestro mundo. Por eso es que el evangelio no está saliendo con más fuerza y más vitalidad hacia nuestro mundo. Por eso es que no es más persuasivo en nuestro mundo, porque muchas de nuestras iglesias están llenas de huesos secos.
Podemos predicar y proclamar la Palabra de Dios todo el día, pero no habrá vida hasta que oremos y supliquemos a Dios, y Dios escuche esas oraciones y se mueva y haga que Su aliento sople en estos huesos secos. Somos totalmente dependientes de que el Espíritu Santo de Dios traiga avivamiento mientras nosotros lo buscamos. A menos que Dios se mueva sobrenaturalmente en ellos y les dé vida, esos huesos secos no van a hacer nada en respuesta a la predicación.
¿Pero sabes qué? Nuestra parte no es hacer que los huesos vivan. Ese no es nuestro trabajo. Nuestro trabajo es el proclamar la Palabra del Señor.
¿Cuál es el motivo de predicarle a esos huesos secos? No pueden responder. No tienen vida. Dios dice, “Predica de todas formas. Predica, y déjame a mí traer vida.”
Muchos de nosotros como creyentes no tenemos ni idea de quien es Dios verdaderamente. Sabemos mucho de El, pero no estamos experimentando la vida, la vitalidad, el poder transformador del Espíritu de Dios en estos huesos.
Si tienes un pastor que está predicando la Palabra de Dios, dale gracias a Dios por ese hombre, y ¡ora por él! Ora que Dios le dé valor y fe y unción y fidelidad para seguir predicando y seguir proclamando, aun cuando quizás parezca que la gente no está escuchando o respondiendo.
Señor, a Ti te oramos. Aliento de vida, visítanos. Ven, Espíritu de Dios. Mueve estos huesos secos. Llénanos de vida. Sopla sobre nosotros, aliento de Dios; llénanos nuevamente con vida, que sepamos —que los que están a nuestro alrededor sepan, que las naciones sepan— que Tú eres Dios. Hazlo por el bien de Tu gran nombre, por el bien de Tu gran reino, y que el evangelio pueda seguir adelante con poder en nuestro mundo, con credibilidad, mientras estos huesos secos recobran la vida. Te bendecimos y te damos gracias, oh Espíritu de Dios, por moverte entre nosotros. En el nombre de Jesús, amén.
Bendiciones, Gracia y Paz
Extracto de "Vivirán estos huesos? Eze. 37:1-14 avivanuestroscorazones.com
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