La palabra “ACEPTAR” puede tener diferentes connotaciones hoy en día. Eres “aceptado” como empleado para un puesto en una empresa o eres “rechazado”. Eres “aceptado” como estudiante para entrar a una universidad o eres “rechazado”. Eres “aceptado” como futbolista para jugar en primera división o eres “rechazado”. Podemos seguir con la lista de ejemplos si quieres, pero veamos si has entendido quién acepta o rechaza.
-¿Es el empleado el que “acepta” la empresa para empezar a trabajar en ella?
-¿Es el el estudiante que “acepta” a la Universidad para que le concedan estudiar en ella?
-¿Es el jugador de fútbol el que “acepta” jugar en primera y pasa del anonimato a los grandes clubes?
Como podrás ver, sería muy pretencioso que el individuo “acepte” la institución. Por el contrario es siempre la institución la que acepta (o no) al individuo. La sencilla razón es porque la institución es MÁS GRANDE que el individuo.
Contesta estas preguntas:
-¿Quién es más grande, tú o Jesucristo?
-¿Quién es más grande, la criatura o el Creador?
-¿Quién es más grande, el pecador o el Salvador?
Veo que ya sacaste tu lógica conclusión… entonces: ¿Cómo es eso que tú tienes que “aceptar” a Jesucristo para ser salvo? ¿Eres tú la institución y Él el individuo acaso? Si las alarmas empezaron a sonar en tu cabeza en este momento, es buena señal. ¡Algo anda mal con lo que te dijeron que era la salvación!
Hombre herido de bala ingresa a iglesia y acepta a Cristo antes de morir
Típico titular de un diario sensacionalista cristiano. Te cuento un poco la historia (historia que se repite a lo largo del mundo con uno que otro matiz diferente). Una persona mal herida y al borde de la muerte es rodeada por gente muy bien intencionada que le hace la pregunta: “quieres aceptar a Jesús en tu corazón e ir al cielo?“. La persona en su último aliento, repite una oración inducida, y luego fallece. Las personas que lo rodean se miran entre sí con una sonrisa y dicen: “hemos cumplido con nuestro cometido de cristianos, ¡hemos salvado una persona!“. Yo sé que todo esto es muy lindo y esperanzador, pero hagamos algunas preguntas digamos… incómodas:
-¿La persona antes de morir sabía algo acerca de su condición de pecador?
-¿Sabía que había pecado contra un Dios justo y santo y por lo tanto era culpable?
-¿Tenía alguna noción de quebrantar la Ley de Dios?
-¿Entendió en algún momento que Jesús el Hijo de Dios vino a este mundo a salvar a pecadores como él?
-¿Pudo comprender algo de su muerte sustituta en el calvario?
-¿Se enteró que su resurrección es la victoria sobre la muerte y el pecado? En definitiva:
-¿Se le leyó parte de la Biblia y se le predicó en base a lo que las Escrituras dicen en cuanto al evangelio?
Te preguntarás: ¿Que tiene esto que ver con ser salvo? La respuesta es: ¡todo!. La Biblia dice: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). La voz de Dios habla directamente al corazón, pero siempre lo hace con la Biblia, su Palabra. Cristo dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio” (Marcos 16:15). ¿Te das cuenta que la persona para ser salva tiene que escuchar el mensaje antes que tomar una mera decisión de “aceptar a Cristo”? Si esa persona al borde de la muerte estuviera en otro país que no fuera “cristiano” terminaría invocando a Alá, a Buda, o a Vishnu ¿Cuál sería la diferencia? En la desesperación la gente acepta cualquier salida de salvación. Algo sigue andando mal con esta fórmula de “aceptar a Cristo” para ser salvo, ¿verdad?
Aprendamos mejor del apóstol Pedro
La primer predicación masiva en la que se convirtieron 3.000 personas fue la de Pedro en Pentecostés. ¿Cómo fue la predicación de Pedro? ¿Le pidió a la multitud que “aceptara a Jesús”? Si uno lee detenidamente el capítulo 2 del libro de Hechos se dará cuenta que Pedro describe quién es Jesús de manera grandiosa, sublime y gloriosa; pero por otro lado deja al hombre bien pequeño, como perverso, pecador e inicuo. Hace grande la institución y pequeño al individuo. Jamás pasó por la cabeza de Pedro o los apóstoles de que los pecadores tienen que ponerse en posición de aceptar al “pequeño Cristo”, por el contrario, en cada predicación del evangelio se presenta al “grandioso Cristo”, a quien los “pequeños y miserables pecadores” van en busca de socorro, auxilio y… ACEPTACIÓN.
-¿Por qué la predicación de la mayoría de los evangélicos de hoy invierte los principios básicos de la salvación?
-¿Por qué las personas que dicen “haber aceptado” a Cristo no pueden narrar en qué consiste la salvación con la Biblia en mano?
-¿Por qué muchos cristianos evangélicos no pueden explicar el evangelio sin referirse a términos de “aceptabilidad”, sin conexión con el genuino arrepentimiento y la fe?
-¿Por qué el mensaje carece de contenido bíblico, de exposición de la Palabra de Dios, y todo se centra en una especie de fórmula mágica al pronunciar dos o tres frases?
Satanás ha engañado a muchos en la iglesia. Ha puesto un billete falso en la mano de muchas personas. Les ha dado una falsa seguridad y esperanza. Su estrategia no es negar el nombre de Cristo de forma abierta, sino ocultar la verdadera predicación del Evangelio para reducirlo a una decisión del momento de forma impensada. Es así que muchas personas dicen que son “salvadas por Cristo” pero no pueden explicar quién es Cristo ni de qué las salvó.
El ladrón en la cruz
A veces se quiere traer la historia del ladrón en la cruz para poner como ejemplo de alguien que “acepta” a Cristo en su lecho de muerte. Esto es una falacia. El ladrón tuvo más información directa del Evangelio que cualquier otra persona. No sólo pudo haber tenido conocimiento previo de algunas cuestiones de la Ley de Dios, sino que vio los acontecimientos de Jesús en vivo y en directo. Pudo oír cada palabra de Jesús pronunciada en la cruz tanto como en el escenario del calvario. Incluso pudo escuchar cuando Jesús decía: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). El ladrón entendió su pecado: “nosotros merecemos estar crucificados” y entendió que Jesús era el justo “este ningún mal hizo” (Lucas 23:41). Entendió el temor de Dios y su justa condenación (Lucas 23:40). Además de esto suplicó misericordia a Jesús: “Acuérdate de mí, Señor” (Lucas 23:42). El no tomó una posición superior sobre Cristo. Su súplica condice más por un ”acéptame” que un “te acepto”. El ladrón en la cruz, en su arrepentimiento, evidencia comprender quién es Dios, quién es él como pecador, y quién es Jesús el justo. No fue la pronunciación de una frase hecha lo que lo salvó.
Humillándonos ante alguien más grande: DIOS
Estimad@ amig@, mira que tu experiencia de salvación sea genuina. El Evangelio verdadero nos conduce a una verdadera humillación, a un suplicar perdón a Dios con todas nuestras fuerzas. En la salvación le “rogamos a Dios que nos acepte a través del sacrificio de su Hijo”. La ira de Dios está sobre cada criatura pecadora y no acepta ninguna obra de ella para salvación, y mucho menos que la criatura sea “quién lo acepte a Él” en un oración automatizada. Lo único que Dios acepta como sacrificio por el pecado es el sacrificio de su Hijo Jesús. Quienes ponen fe en Cristo de esta manera, son aceptados por Dios. Recuerda que Él es el rey y nosotros su siervos. Él es el Creador y nosotros la pequeña criatura. Él es gran Dios y nosotros sólo el individuo. De eso se trata el Evangelio, de un gran Dios que vino al mundo a salvar a los pecadores perdidos (1 Timoteo 1:15). Dios no viene a ti de rodillas pidiendo que en tu gentileza lo aceptes, sino que tú debes ir de rodillas a él pidiendo que te acepte.
Salmos 86:9-13 Todas las gentes que hiciste vendrán y se humillarán delante de ti, Señor; y glorificarán tu nombre. Porque tú eres grande, y hacedor de maravillas: tú solo eres Dios. Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo en tu verdad: consolida mi corazón para que tema tu nombre. Porque tu misericordia es grande para conmigo; y has librado mi alma del hoyo profundo.
¡Pero yo fui salvo de esta manera, al decir: “Cristo te acepto”!
Quizá fuiste salvo a pesar de la fraseología incorrecta. Los frutos del arrepentimiento son evidencia de una salvación. Como no conozco tu experiencia no puedo juzgarte. Pero de lo único que estoy seguro es que si de verdad eres salvo en Cristo Jesús, la predicación de la cruz por medio de la Biblia la recibiste de alguna u otra forma. Sé que hay muchos sinceros predicadores y pastores que anuncian el evangelio con la Biblia en mano y simplemente se les han pegado clichés y frases de “campañas evangélicas” que no tienen precedente bíblico. Si se predica Su Palabra, Dios va a salvar a los pecadores por más que a veces la fraseología sea incorrecta. Pero las excepciones a la regla no pueden confirmar una regla. Miles de personas son inducidas cada día por iglesias y campañas evangelísticas a “aceptar a Cristo” sin haber escuchado el mensaje del evangelio en sí mismo. La gente se sigue subiendo al “tren de la salvación” con un boleto falso. Esa es la gran estrategia de Satanás a la que muchas iglesias y pastores le siguen el juego. Si se deja la exposición y predicación de la Palabra de Dios de lado y se confía en la pronunciación de frases como “Acepta a Jesús”, lo que se está predicando es una especie de superstición que no salvará al alma.
¡No bases tu salvación en una mentira!
Bendiciones, Gracia y Paz
autor: Pastor Alejandro David Riff
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