domingo, 8 de noviembre de 2015

SEPARADOS DE MI....

Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron. (Lucas 5:1-11. RVR1960).

En nuestro caminar con Jesús, al ir conociéndolo cada vez más, es maravilloso ver la forma como enseñaba; era práctico, sencillo, utilizaba un lenguaje que cualquiera pudiera entender, aunque no todos entendían. Aprovechaba cualquier oportunidad y cualquier cosa; siempre utilizaba lo que tuviera a mano para enseñarles a sus discípulos qué quería que hicieran y de qué manera hacerlo, conforme a la voluntad del Padre. Este pasaje relatado por Lucas no es la excepción. 

En esa oportunidad, Jesús escogió la barca de Pedro (entonces Simón), que era su sitio de trabajo, algo que dominaban, un ambiente por demás conocido para los pescadores del sector para enseñarles que haciendo exactamente lo que El les pedía, en el lugar que El les mostraba y de la manera como El les indicaba obtendrían resultados nunca antes vistos. Así fue como tuvieron su “pesca milagrosa”, recogiendo tal cantidad de peces que sus barcas casi se hundían, cuando antes ya habían estado intentándolo por largo tiempo y sin obtener resultado alguno. La diferencia radicó en que Pedro se dispuso a escuchar la voz del Maestro y a seguir sus indicaciones tal cual.

Y lo mejor vino después. Una vez Jesús comprobó que Pedro había comprendido la enseñanza, le pidió a él y a sus compañeros que le siguieran, porque haría de ellos, “pescadores de hombres”; les iba a enseñar cómo ganar almas para Dios.

Esa misma enseñanza la debemos aplicar hoy día; aunque no somos pescadores como los del relato, sí podemos seguir su ejemplo. Escuchar primero las indicaciones del Maestro, para hacer las cosas a Su manera y no a la nuestra; como tampoco podemos olvidar el siguiente pasaje: »Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador…Permanezcan en mí, y yo en ustedes. Así como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid y ustedes los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí ustedes nada pueden hacer.. (Juan 15:1;4-5.RVC). Nada podemos hacer separados de El. Así como los pescadores tuvieron una noche de trabajo infructuosa, porque no estaban con el Maestro. Así nosotros, podemos esforzarnos, organizar grandes cruzadas, traer invitados de renombre y hacer mucha publicidad para una reunión especial, orar hasta quedar sin voz y con las rodillas peladas, ayunar; pero si no vamos al sitio que nos indique el Maestro, ni hacemos lo que El nos indique, no veremos resultados.

O quizá los veamos, no en la misma cantidad y calidad; o sólo por poco tiempo porque... Si el Señor no edifica la casa, de nada sirve que los edificadores se esfuercen. Si el Señor no protege la ciudad, de nada sirve que los guardias la vigilen. De nada sirve que ustedes madruguen, y que se acuesten muy tarde, si el pan que comen es pan de sufrimiento, y el Señor da el sueño a los que él ama. (Salmos 127:1-2.RVC).

Amado Padre, gracias por tu Palabra que nos enseña y fortalece cada día. Gracias por revelarnos lo que necesitamos saber para luego glorificarte. Perdónanos, porque, aunque con buena intención, hemos querido hacer cosas en nuestras fuerzas, guiados por nuestras ideas, sin tomar en cuenta tu voluntad y por eso los resultados no son los que Tu esperas. Gracias te damos y en el nombre de Jesús oramos. Amén, Amén y Amén.


Bendiciones, Gracia y Paz

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