Mi vida no ha salido como esperaba. No cambiaría mi vida,
pero no estoy viviendo la vida que imaginaba cuando era más joven. Me pregunto
cuántos de ustedes se sienten de la misma manera.
A los 35 años, esperaba tener una carrera, haberme
radicado en otro país, y haber aprendido un par de idiomas. En cambio, a esa
edad, no pude terminar una carrera, seguía viviendo en el mismo lugar y
hablando sólo mi idioma nativo.
También hay cosas que nunca esperé haber vivido, como el
haber cuidado de mi madre por casi 25 años que duró su enfermedad, o
experimentar la muerte de mi padre tan pronto.
¿Qué esperabas de la vida? ¿Pensaste que irías a la
universidad, comprarías una casa o soñaste con viajar? ¿Esperabas estar saludable?
¿Esperabas casarte ya? O, ¿pensaste que nunca lo harías y ahora tienes un
esposo, dos hijos y un perro?
Hoy quiero compartir contigo una historia bíblica con un
final inesperado. Se trata de la historia sobre una mujer llamada Rut, cuya vida
no resultó como ella esperaba, de la cual hay un libro entero de la Biblia
dedicado a ella. Es una lectura rápida con solo cuatro capítulos. (si no lo has
hecho, te animo a leerla completa).
Rut se casó con un inmigrante y murió poco después, junto
con su cuñado y su suegro. Después de estas tragedias, su suegra, Noemí,
decidió regresar a su tierra natal con sus nueras, Rut y Orfa, y así las tres
mujeres recogieron sus pertenencias y comenzaron a caminar hacia Belén.
A las pocas horas de viaje, Noemí les dice a Rut y Orfa,
que regresen con sus familias. Orfa besa a su suegra y regresa. Agradecida de
regresar con su gente y la única vida que ha conocido. Rut tenía que tomar una
decisión. En ese momento, su vida no era lo que ella esperaba.
La Biblia nos dice muy poco del pasado de Rut. No sabemos
si tenía un hogar al que valiera la pena regresar o si un futuro desconocido
era mejor que el pasado que dejaría atrás.
Noemí le pide de nuevo que se vaya, pero Rut responde: No
me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres,
iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios
mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga
Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos. (Rut
1: 16-17 RVR1960).
La vida de Noemí tampoco había sido como esperaba y mucho
menos su intento de enviar a su nuera a casa. Me imagino a Noemí cansada y
llena de preguntas para Dios, pero agradecida por la compañía de Rut. Juntas,
viajan y llegan a la ciudad natal de Noemí. Las cosas fueron difíciles para las
dos viudas, tanto, que Noemí les dice a sus amigos de la infancia: "No me
llamen Noemí. Llámenme Mara porque el Todopoderoso ha hecho que mi vida sea muy
amarga".
Rut pasó sus días detrás de cosechadoras recogiendo
tallos de granos caídos. Booz, uno de los parientes de Noemí, reconoció a Rut y
le permitió recoger restos en sus campos. Para no hacer larga la historia, Rut
y Booz se casan y tienen un hijo, Obed, padre de Isaí, padre del rey David, que
se convierte en rey de Israel.
Lo maravilloso y que me anima es que Rut nunca podría
haber esperado que algún día sería la bisabuela de un rey, ni mucho menos que
fuera antepasado del Rey de Reyes y Señor de Señores, Jesucristo.
Sabemos cómo funcionaron las cosas porque hemos leído el
final de la historia. Rut no pudo ver el final. Cuando murió, no pudo saber el
papel que jugó en cambiar el mundo. Ella solo habría mirado atrás y pensado:
"Bueno, ¡mi vida no fue como la esperaba!"
Creo que la mayoría de nosotros nunca sabremos cómo los
giros y vueltas en nuestras vidas tendrán un impacto en la eternidad. Sin
embargo, Dios lo sabe, El está en control de todas las cosas.
Tal vez eres como yo; Tal vez la vida no haya salido como
esperabas. Si hoy, estás sentad@ con muchas expectativas no cumplidas, te
invito a orar esto:
Dios, nuestras vidas no han salido como esperábamos. A
veces estamos igualmente agradecidos, cansados y llenos de preguntas. Enséñanos, Padre, cómo fortalecernos en Ti. Muéstranos, cómo no tener miedo del mañana; y confiar en que
Tu tienes el control. Recuérdanos que Tu gracia es suficiente. Llénanos de alegría, paz y deja que nuestras vidas
rebosen de esperanza.
Danos lo que necesitamos, cuando lo necesitemos. Danos
los ojos que necesitamos para ver cómo estás trabajando todo para nuestro bien.
Dios, ayúdanos a ser valientes y no rendirnos. Haz que levantemos nuestra mirada hacia Ti cuando sentimos que ya no podemos más. Que nuestros ojos y nuestro corazón
siempre estén anhelantes de tu pronto regreso. Que tu fortaleza sea nuestra canción y salvación, te lo
pedimos en el Nombre de Jesús, Amén.
Tienes una petición de oración, ¿necesitas a alguien que ore por ti? deja tus comentarios
Bendiciones, Gracia y Paz
Inspirado en un relato de Wendy van Eyck