Dicen que el primer amor nunca se olvida; por eso no es extraño que se compare el inicio de nuestra relación con Dios con el primer amor.
Cuando estamos en el primer amor, vivimos llenos de sueños, de alegría, resplandecemos de gozo y de paz. Todo a nuestro alrededor parece tomar un nuevo aire, vemos todo de nuevos colores, más brillantes, hasta los días lluviosos nos parecen hermosos y disfrutamos de todo, porque nuestro corazón, nuestra mente y nuestro ser entero está lleno de amor.
De igual manera nos sucede cuando empezamos nuestro andar con el Señor y como toda relación, debe alimentarse y cuidarse constantemente para que crezca, se fortalezca y deje de ser tan sólo una bella sensación de mariposas en el estómago que luego pase, se enfríe y quizá tristemente termine por acabarse.
En nuestro corazón y en nuestro ser nunca debe dejar de arder la llama del amor por nuestro Padre Celestial, para que de nuestro interior corran ríos de agua viva y nunca volvamos a tener sed.
El verdadero amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo, para que nosotros fuéramos perdonados por medio de su sacrificio. (1 Juan 4:10 TLA).
’Sin embargo, hay algo que no me gusta de ti, y es que ya no me amas tanto como me amabas cuando te hiciste cristiano. Por eso, acuérdate de cómo eras antes, y vuelve a obedecer a Dios. Deja de hacer lo malo, y compórtate como al principio. Si no lo haces, yo iré a castigarte y quitaré tu candelabro de su lugar. (Apocalipsis 2:4-5. TLA).
El último día de la fiesta de las enramadas era el más importante. Ese día, Jesús se puso en pie y dijo con voz fuerte: «El que tenga sed, venga a mí. Ríos de agua viva brotarán del corazón de los que creen en mí. Así lo dice la Biblia.» (Juan 7:37-38. TLA).
Así como un venado sediento desea el agua de un arroyo, así también yo, Dios mío, busco estar cerca de ti. Tú eres el Dios de la vida, y anhelo estar contigo. Quiero ir a tu templo y cara a cara adorarte sólo a ti. (Salmos 42:1-2. TLA).
¡Hacia ti extiendo mis manos, pues me haces falta, como el agua a la tierra seca! (Salmos 143:6. TLA).
Cuando dejamos perder ese primer amor, nuestras vidas atraviesan por una sequía, un desierto espiritual, porque olvidamos ir a la fuente, o no vamos tan seguido como deberíamos. Jesús le respondió: —Tú no sabes lo que Dios quiere darte, y tampoco sabes quién soy yo. Si lo supieras, tú me pedirías agua, y yo te daría el agua que da vida. Jesús le contestó: —Cualquiera que bebe del agua de este pozo vuelve a tener sed, pero el que beba del agua que yo doy nunca más tendrá sed. Porque esa agua es como un manantial del que brota vida eterna. Entonces la mujer le dijo: —Señor, déme usted de esa agua, para que yo no vuelva a tener sed, ni tenga que venir aquí a sacarla. (Juan 4:10;13-15. TLA).
La Palabra de Dios nos fortalece, nos alimenta y a través de la oración tenemos comunión con nuestro Padre y nos mantenemos unidos a El. Permanezcan en mí, y yo en ustedes…Yo soy la vid y ustedes los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí ustedes nada pueden hacer…. El que no permanece en mí, será desechado como pámpano, y se secará; a éstos se les recoge y se les arroja al fuego, y allí arden. Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan todo lo que quieran, y se les concederá. En esto es glorificado mi Padre: en que lleven mucho fruto, y sean así mis discípulos. …permanezcan en mi amor. Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor; así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas les he hablado, para que mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea completo. (Juan 15:4-11.RVC).
Bendiciones, Gracia y Paz.
Padre bueno y misericordioso, te damos gracias en este día maravilloso y te pedimos que pongas en nosotros ese anhelo por ti, por tu Palabra, para que sólo bebamos del agua que tu nos das y comamos del alimento espiritual que sólo tu puedes ofrecernos, ese no adulterado. Nuestra alma te anhela, no queremos ser un desierto, queremos que de nuestro interior broten ríos de agua viva. Devuélvenos el gozo de tu salvación y ayúdanos a volver a ese primer amor y no perderlo jamás. En el nombre de Jesús oramos. Amén, Amén y Amén.
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