El mismo Dios que dijo: «La luz brillará en la oscuridad», iluminó nuestro corazón para que conociéramos su gloria que brilla en el rostro de Jesucristo. Tenemos este tesoro en vasijas de barro para demostrar que este extraordinario poder que obra en nuestra vida no viene de nosotros, sino de Dios. (2 Corintios 4:6-7. PDT)
Un compañero de trabajo una vez me dijo que le molestaban los testimonios de los cristianos por tener siempre un trasfondo desagradable, de derrota, pues habían sido alcohólicos, drogadictos, en fin, que eran de lo peor…, y que Dios los sacó de allí. El no comprendía y además le generaba rechazo y para ser honesta, en ese momento de mi caminar con Dios, yo tampoco comprendía bien, por lo que simplemente le escuché sin pronunciar palabra….
Y fue hoy, cuando a través de este pasaje, Dios me hizo comprender que entre más complicada sea nuestra vida, cuando nuestra humanidad se vea más vulnerada, atados quizá a vicios que cuesta dejar y que solos sería imposible hacerlo, es cuando Dios obra mejor y nos llena de su Misericordia, nos salva, nos sana, nos restaura, como a una vasija de barro rota. El no busca vasijas finas y en buen estado…. Jesús los oyó, y les dijo: «No son los sanos los que necesitan de un médico, sino los enfermos. Y yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.» (Marcos 2:17. RVC).
Por eso, somos esas vasijas de barro, valiosas para Dios Nuestro Señor, dentro de las cuales el poder de Su amor se desarrolla y manifiesta, si se lo permitimos, ya que esa es la única manera en la que Dios puede mostrar todo su Poder sanador y restaurador, obrando en aquellos que más lo necesitan, para que podamos ser testimonio y luz para guiar a otros hacia El.
Gracias Padre Eterno por permitirnos ser esas vasijas de barro en tus manos, por salvarnos, sanarnos y restaurarnos; porque sólo con tu gran Amor y Poder obrando en nuestra vida, lograremos llegar a donde Tu nos quieres llevar. En el nombre de Jesús oramos, amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario