Aunque, como sabemos el autor del libro de los Salmos fue el rey David, él no los compuso todos, pues algunos han sido atribuídos a otros salmistas como Asaf. Y hoy quiero compartir con ustedes el Salmo 77.
Pero, y quién era Asaf? Se preguntarán algunos. Asaf fue descendiente de Leví y músico principal en la época de David, pues era uno de los directores de la música del templo, algo así como lo que hoy en día se denomina director del ministerio de alabanza dentro de una Iglesia Cristiana. También se decía de él que era profeta, pues era “hombre de visiones”. Era un varón de Dios consagrado a Su servicio.
Salmos 77:1-15. RVC
Con mi voz clamé a Dios,
A Dios clamé, y él me escuchó.
Busqué al Señor cuando me vi angustiado;
por las noches, sin cesar, a él levanté mis manos;
pues mi alma rehusaba ser consolada.
Me acordé de Dios, y me sentí conmovido;
al quejarme, mi ánimo decaía.
Dios no me dejaba pegar los ojos;
tan quebrantado estaba yo, que no podía hablar.
Pensaba yo en los días de antaño,
en los años de tiempos pasados.
Me acordaba de mis cánticos nocturnos,
y en mi corazón meditaba, y mi espíritu inquiría:
«¿Nos abandonará el Señor para siempre?
¿Acaso no volverá a tratarnos con bondad?
¿Se habrá agotado para siempre su misericordia?
¿Habrá puesto fin para siempre a su promesa?
¿Se habrá olvidado Dios de tener misericordia?
¿Habrá, en su enojo, puesto un límite a su piedad?»
También me dije: «Debo estar enfermo.
¿Cómo puedo pensar que la diestra del Altísimo ha cambiado?
Es mejor que haga memoria de las obras del Señor.»
Sí, haré memoria de tus maravillas de antaño;
meditaré en todas tus obras,
y proclamaré todos tus hechos.
Santo es, oh Dios, tu camino;
¿qué otro dios es tan grande como tú, Dios nuestro?
Tú eres el Dios que hace maravillas;
has manifestado entre los pueblos tu poder.
Con tu brazo diste libertad a tu pueblo,
a los descendientes de Jacob y de José.
Cuántas veces, mientras estamos atravesando por pruebas en nuestra vida, cuando nos tenemos que enfrentar a situaciones difíciles, nos olvidamos de lo grande que es Nuestro Dios y de lo que ha hecho por nosotros en otras ocasiones, incluso peores quizá. Y es que la angustia, tal como leemos en este salmo, nos impide pensar con claridad y no nos deja escuchar la voz de Nuestro Padre y nos hace dudar de Su amor, bondad y misericordia. Nunca podemos olvidar todo lo bueno que ha hecho Dios por nosotros, que siempre nos ha acompañado y ayudado.
Por eso, fé no es creer en Dios, sino creerle a El, creer en sus promesas que estuvieron vigentes antes, están vigentes hoy y lo estarán para sus hijos por siempre y para siempre.
Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?» (Lucas 18:8b. RVC).
Mi Señor, gracias porque nos permites disfrutar un día más; gracias porque nos alimentas con tu Amor y tu Palabra; ayúdanos a sentir Tu presencia en medio de nuestras tribulaciones y pruebas, para que podamos escuchar Tu voz y llenarnos de Tu paz; trae a nuestra memoria todas las cosas buenas que has hecho por nosotros en el pasado, para que una vez más podamos decir: Señor, confío en Ti. En el nombre de Jesús oramos. Amén.
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