Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído, y sabemos, que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.» (Juan 6:68-69. RVC).
Es mejor pasar un día en tus atrios que vivir mil días fuera de ellos. (Salmos 84:10. RVC).
Toda la gente procuraba tocarlo, porque de él salía un poder que sanaba a todos. (Lucas 6:19. RVC).
Elevo mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor, creador del cielo y de la tierra. (Salmos 121:1-2. RVC).
Dios mío, ¡tú eres mi Dios! Yo te buscaré de madrugada. Mi alma desfallece de sed por ti; mi ser entero te busca con ansias, en terrenos secos e inhóspitos, sin agua, con deseos de ver tu poder y tu gloria, como los he mirado en el santuario. Tu misericordia es mejor que la vida; por eso mis labios te alaban. (Salmos 63:1-3. RVC).
Es sorprendentemente hermoso, encontrar tanta similitud en estos versículos; todos tienen en común, el deseo de estar en la presencia de Dios; de buscarle. Al leer el pasaje en Lucas 6, donde refiere que la multitud de personas se agolpaban para escuchar a Jesús y que procuraban tocarlo; y luego analizar la pregunta de Pedro, “Señor, a quién iremos?, me hizo reflexionar sobre la gran necesidad que aún abunda en nosotros por ese Padre Celestial amoroso y bondadoso; pero… y entonces qué nos detiene? Qué nos diferencia de las personas de aquella época quienes compartían con Jesús?
La diferencia, es que en esa época, Jesús no tenía tanta competencia (aunque El no compite). Noten que Pedro lo dice claramente, “a quién iremos?”; porque en ese momento no existía el internet, ni el Facebook, como tampoco existían las terapias, ni la medicina como la conocemos hoy día; en fin.. no habían tantos “recursos”; pero Dios, hoy quiere, anhela, que tu y yo, independientemente de lo que tengamos a mano, le busquemos a El en primer lugar, que contemos con El antes que con cualquier otra persona o cosa, que El sea nuestra primera opción siempre. Porque la medicina nos puede curar, pero sólo Dios nos puede sanar y salvar. Porque podemos disfrutar momentos de felicidad, pero sólo Dios nos da plenitud de gozo y verdadera libertad. Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre. (Salmos 16:11.RVR1960).
Te invito a reflexionar sobre las prioridades en tu vida y a que con la ayuda del Espíritu Santo, elijas con sabiduría. Dios te bendiga.
Padre Hermoso, gracias por darnos cada día lo mejor de Ti. Queremos, a partir de este día contar contigo siempre y darte el primer lugar que te corresponde en nuestras vidas; nos determinamos a acudir a ti primero ante cualquier situación y escuchar lo que tienes para decirnos y ponerlo por obra. En el nombre de Jesús te damos gracias. Amén.
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