Imagina tu almacén favorito, donde encuentras todo lo que te gusta y quisieras tener; te paseas por cada uno de sus pasillos y mientras más avanzas, ves más cosas que llaman tu atención y cada una te gusta más que la anterior. Vas llenando tu carrito de compras y llegas emocionado a la caja registradora para pagar todo lo que has puesto en él; ya te ves usando cada una de las cosas, imaginas la cara de tu espos@ o hijos al recibir el regalo que les compraste, quizá estás planeando reuniones con familia o amigos para lucir y compartir lo adquirido, etc. Y justo en ese momento te das cuenta que has olvidado tu cartera con todas tus tarjetas o peor aún, son rechazadas porque no hay cupo suficiente y debes dejar, sino todo, algunos de los artículos más representativos para ti. Y de pronto, alguien le dice al cajero: “ponga todo a mi nombre”. Wow, qué maravilloso sería si fuera una realidad. Pero, seamos sinceros, cuál es la probabilidad de que algo así suceda en la vida cotidiana?
Sin embargo, Jesús dijo: De cierto, de cierto les digo: El que cree en mí, hará también las obras que yo hago; y aun mayores obras hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidan al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo piden en mi nombre, yo lo haré.
»Si me aman, obedezcan mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Consolador, para que esté con ustedes para siempre: es decir, el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir porque no lo ve, ni lo conoce; pero ustedes lo conocen, porque permanece con ustedes, y estará en ustedes. (Juan 14:12-17.RVC).
¿De dónde vienen las guerras y las peleas entre ustedes? ¿Acaso no vienen de sus pasiones, las cuales luchan dentro de ustedes mismos? Si ustedes desean algo, y no lo obtienen, entonces matan. Si arden de envidia y no consiguen lo que desean, entonces discuten y luchan. Pero no obtienen lo que desean, porque no piden; y cuando piden algo, no lo reciben porque lo piden con malas intenciones, para gastarlo en sus propios placeres. (Santiago 4:1-3. RVC).
De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues no sabemos qué nos conviene pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Pero el que examina los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios. (Romanos 8:26-27.RVC).
Qué hermoso saber que Jesús ha puesto su nombre por nosotros y nos dice que TODO lo que pidamos en Su nombre, lo hará, para que así hagamos obras mayores que las realizadas por El; y no conforme con esto, conociendo nuestra naturaleza carnal (como dice Santiago), intercede por nosotros ante el Padre para que nos deje al Espíritu Santo como nuestro consolador o ayudador, ya que no sabemos pedir conforme a la voluntad de Dios.
Ay Padre, que comprendamos que no vinimos a este mundo únicamente a satisfacer nuestros deseos egoístas, sino a amarte, alabarte, obedecerte, servirte, honrarte y glorificarte; para que así seamos uno contigo y todo en nuestra vida transcurra conforme a tu perfecto plan. Gracias por escucharnos; gracias por dejarnos el único y maravilloso intercesor, el Espíritu Santo; gracias amado Jesús por ser nuestro buen fiador al poner tu nombre por nosotros y en tu nombre oramos. Amén, Amén y Amén.
Bendiciones.
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